El doloroso adiós de Marcela Aguiñaga a la Revolución Ciudadana: cuando los principios chocan con las cúpulas
En una decisión que sacude los cimientos del correísmo, Marcela Aguiñaga, prefecta del Guayas y una de las figuras más emblemáticas de la Revolución Ciudadana, anunció su salida del movimiento tras 18 años de militancia incondicional. Su partida no es solo una ruptura política, sino el reflejo de las tensiones internas que atraviesan los movimientos progresistas cuando las estructuras de poder se alejan de las bases populares.
Un adiós entre lágrimas y convicciones
Con evidente dolor y lágrimas en los ojos, Aguiñaga utilizó sus redes sociales para comunicar una decisión que califica como "difícil y dolorosa". Sus palabras resuenan con la frustración de quien ve cómo las causas justas se ven opacadas por disputas internas:
"Hoy me despojan del movimiento en el que milité dieciocho años de mi vida, con absoluta convicción, pero jamás, jamás podrán apartarme de mi vocación de servicio, porque las causas que valen la pena no se abandonan, se defienden hasta el día de la muerte".
Esta declaración pone de manifiesto una realidad que muchos movimientos populares enfrentan: la tensión entre la lealtad a las estructuras partidarias y el compromiso genuino con las causas sociales.
El castigo por hacer gestión
La gota que colmó el vaso fue la reunión que Aguiñaga mantuvo con Lourdes Tibán, prefecta de Cotopaxi, el pasado 20 de noviembre. Una reunión de trabajo entre autoridades provinciales se convirtió, a ojos de la dirigencia correísta, en una traición imperdonable. ¿Desde cuándo dialogar con otros actores políticos se considera una falta grave en un movimiento que pregona la democracia?
La respuesta de Rafael Correa fue particularmente reveladora, cargada de ironía y desprecio: "Eres demasiado importante y sabia para nosotros". Una respuesta que evidencia cómo ciertos liderazgos progresistas pueden reproducir las mismas prácticas autoritarias que critican en otros espacios.
La coherencia como arma de doble filo
Luisa González, actual presidenta de RC, exigió "coherencia" a las autoridades electas por el correísmo que mantienen diálogos con otros actores. Pero surge una pregunta fundamental: ¿no es más coherente trabajar por el pueblo desde cualquier trinchera que mantener una pureza ideológica que paraliza la gestión?
La posición de González refleja una visión sectaria que divide el mundo entre "nosotros" y "ellos", dejando poco espacio para la construcción de consensos que tanto necesita el país.
Un nuevo capítulo para las causas populares
Aguiñaga anticipó que "hay un nuevo capítulo que está por comenzar con las mismas causas", una declaración que abre interrogantes sobre el futuro de la izquierda ecuatoriana. Su salida podría ser el inicio de una reconfiguración del espacio progresista, donde las causas sociales prevalezcan sobre las lealtades partidarias.
"Pueden apartarme del movimiento, pero no pueden apartarme de mis convicciones, de mis sueños, de mis luchas y, sobre todo, de compromiso con la gente", sentenció la prefecta, recordando que los verdaderos líderes populares trascienden las estructuras partidarias.
Reflexiones para el movimiento popular
Esta ruptura debe servir como momento de reflexión para todos los movimientos progresistas. Cuando las organizaciones políticas se convierten en cárceles ideológicas que impiden el diálogo y la gestión efectiva, es momento de preguntarse si realmente sirven a las causas que dicen defender.
El caso Aguiñaga demuestra que la verdadera fidelidad a los principios progresistas a veces requiere romper con las estructuras que los han traicionado. Su decisión, aunque dolorosa, podría abrir caminos para una izquierda más democrática y menos dogmática.
El pueblo ecuatoriano observa con atención estos movimientos internos, esperando que de estas crisis surjan liderazgos más comprometidos con la transformación social que con la preservación de cuotas de poder.